Pequeños golpes que me empujan hacia la superficie, rodeándome de blanca espuma, aligerando mi peso, transformándome en una pluma que vuela mojada en pos de una luz conocida, familiar a mi naturaleza.
Desde la profundidad de tus ojos ahora transito a la deriva, navego sin los remos de tu mirada.
Tanta sal duele.
Duele tanto que a veces, encallo. Me quedo varada escuchando el rumor del oleaje y me dejo llevar por la resaca evitando las redes.
Pero aún vienen besos a susurrarme que la sal también cura.
Es estonces cuando más deseo ahogarme.
L.
No hay comentarios:
Publicar un comentario