lunes




Te pienso y vienes. Y ahora estás aquí y me abrazas y desaparece el mundo
Tocas con los dedos mis labios, los rodeas, los perfilas de estrellas y nos vamos lejos.
Me dices que todo va a pasar y que ambos estaremos. Que estarán nuestras cosas ordenadas para que nada nos duela.
Me abrazas... Me abrazas y siento tu pecho, mi casa.
Te pienso, te llamo y apareces para acariciarme, para besarme, para olvidar que estamos tendidos en una incertidumbre y que podemos caer.
Entonces te pienso muy fuerte, te pienso en un grito, te pienso dormida para no caerme y evitar que te caigas y que puedas venir y vencer todo este miedo cada vez que te piense.


                                  L.



miércoles



Hay una especie de inquietud que se adhiere a la costumbre
Para mí no.
Tal vez  porqué si llegas sediento , abro mi manantial para  que te sacies.
Y cuándo digas agua pienses  en mis besos.
Y cuando  pienses besos se te haga la boca agua.

                                    L.

martes



A veces busco el pedazo llamado : Indiferencia.
Y no lo encuentro.
-Quizás aún no esté entera del todo-Pienso.
Hasta que una palabra rasga, triza, atraviesa el hielo que me envuelve.
Y se me viene encima todo el amor de golpe.

L.

lunes



Aún me cuesta mucho mirar el mar y no ver tu barco.
Me cuesta mucho no ver su estela brillante, su cola de estrellas, la alfombra bordada con los hilos de tu universo.
Me cuesta respirar porqué un gran suspiro se cuela por la falla del corazón y se queda estancado en los párpados, cómo si a ese mar le faltara agua y necesitara de mis lágrimas para seguir latiendo.
Me cuesta que la luna no dibuje la silueta de sus velas surcando el horizonte y que no suene de fondo las teclas de tu timón
Me cuesta mucho aceptar este nuevo paisaje sin la proa desde la que nuestros besos fugaces iluminaban la noche.
Aún, echarte de menos me cuesta muy poco, no imaginarte Poseidon me cuesta demasiado y quererte, aún, no me cuesta nada.


                               L. 




                                L.

martes


 Me cubre una conmovedora caricia que aún no adivino.

Pequeños golpes que me empujan hacia la superficie, rodeándome de blanca espuma, aligerando mi peso, transformándome en una pluma que vuela mojada en pos de una luz conocida, familiar a mi naturaleza. 

Desde la profundidad de tus ojos ahora transito a la deriva, navego sin los remos de tu mirada. 

Tanta sal duele.

Duele tanto que a veces, encallo. Me quedo varada escuchando el rumor del oleaje y me dejo llevar por la resaca evitando las redes. 

Pero aún vienen besos a susurrarme que la sal también cura. 

Es estonces cuando más deseo ahogarme. 

L.