domingo

 A veces tengo tantas ganas de abrazarte, de besarte, de entregarme de nuevo, de rendirme, que me inundo por dentro y el alma se rebosa por los ojos.

Tantas cómo golpearte y odiarte y sacarte de mí, desprotegido y sólo. 

Entonces el paso que doy retrocede y vuelvo a clavarme un puñal en el pecho.

Casi no puedo respirar. 

L.