Degolló al gallo.
Oprimió su garganta y cascó la nuez hasta oír el "crak" entre sus dedos.
Después de destripar a mas de cien peces y despellejar un sinfín de ratas, aún le royó la conciencia .
Había roto un canto.
Asesinado una manzana de Adán.
La esdrújula del "Kikirikí" murió en sus manos.
¿Como contarle ahora a los niños del amanecer?
El la apuñaló de besos, diseccionó la cresta y la ocultó bajo un ladrillo.
Fue un funeral ingrato... Pero los que vinieran detrás sabrían que aún existían los ocasos.
L.
(frag: La estación de los ángeles)
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