Aún la tormenta atropella mi pelo.
Mi aorta difusa que bailaba sola .
No sé todavía cómo ahuyentar tu palabra de terciopelo.
Aquí me encuentro
Conmigo , con mi alma y con mi cuerpo
Y así camino.
Desde el Vímana.
Hubiera deseado saltar a tu hoguera.
Salgo a un mundo al que no pertenezco, me inclino ante él sabiendo que me humilla cómo a todos.
Sobre la colina dos mujeres mantienen un diálogo y me indican que baje la cabeza, que arañe la tierra, que me desnude y me arrastre hacia la lengua del mundo. Que deje que me lama.
Y yo me dejo.
Me envuelve entre sus dientes y sus labios y me dice que gima, que jadee, que pronuncie su nombre.
Y yo lo hago.
Lo grito hasta que las dos figuras desaparecen y el mundo me traga, disonante, furioso, enardecido cuándo he aullado su nombre.
El tuyo
L.
A veces tengo tantas ganas de abrazarte, de besarte, de entregarme de nuevo, de rendirme, que me inundo por dentro y el alma se rebosa por los ojos.
Tantas cómo golpearte y odiarte y sacarte de mí, desprotegido y sólo.
Entonces el paso que doy retrocede y vuelvo a clavarme un puñal en el pecho.
Casi no puedo respirar.
L.