sábado

 Aún la tormenta atropella mi pelo.

Mi aorta difusa que bailaba sola .

No sé todavía cómo ahuyentar tu palabra de terciopelo.

Aquí me encuentro

Conmigo , con mi alma y con mi cuerpo 

Y así camino.






domingo

 

Hubiera deseado saltar a tu hoguera.

Que tus gemidos y los míos se hubieran anudado a las ascuas. 
Ser tú quien guiara mis manos, quien ardiendo en mi nombre deseara y me ordenara que jadeara el tuyo.
Ser yo aquella a la que le susurras días y noches. 
Escuchar la risa que alguna vez adiviné entre las letras. 
Pero en todo este tiempo me tocó ser pluma. 
Hubiera dado cualquier sueño por sólo una pequeña parte de lo que esparces.
Pero a veces no se es la tierra de quien quieres que te pise y me quedé en orilla. 
Arena que se lleva la marea. 

De todas formas descubrí que mi tierra es salvaje y fresca.
Inverosímil y atrayente. 
No habrán estado tus pies arrancándome la ropa, ni los míos descubriendo tu hombría. 
No se habrán resquebrajado nuestros cuerpos al paso de nuestro placer infinito. 
No habremos creado fosas donde enterrar el gozo y caer rendidos y muertos para renacer mirándonos. 
Pero así tal vez  en algún momento nos recordemos  cómo dos huellas que juntas hubieran provocado otra catarsis. 

L. 


Este blog llegó a su fin. 
Los textos que incluya serán de este año maldito.

Los nuevos irán a otro lugar. 
Tristes, cansados, pero sanos. 













lunes

 Salgo a un mundo al que no pertenezco, me inclino ante él sabiendo que me humilla cómo a todos.

Sobre la colina dos mujeres mantienen un diálogo y me indican que baje la cabeza, que arañe la tierra, que me desnude y me arrastre hacia la lengua del mundo. Que deje que me lama. 

Y yo me dejo.

Me envuelve entre sus dientes y sus labios y me dice que gima, que jadee, que pronuncie su nombre. 

Y yo lo hago. 

Lo grito hasta que las dos figuras desaparecen y el mundo me traga, disonante, furioso, enardecido cuándo he aullado su nombre. 


El tuyo 


L. 



domingo

 A veces tengo tantas ganas de abrazarte, de besarte, de entregarme de nuevo, de rendirme, que me inundo por dentro y el alma se rebosa por los ojos.

Tantas cómo golpearte y odiarte y sacarte de mí, desprotegido y sólo. 

Entonces el paso que doy retrocede y vuelvo a clavarme un puñal en el pecho.

Casi no puedo respirar. 

L. 




lunes




Te pienso y vienes. Y ahora estás aquí y me abrazas y desaparece el mundo
Tocas con los dedos mis labios, los rodeas, los perfilas de estrellas y nos vamos lejos.
Me dices que todo va a pasar y que ambos estaremos. Que estarán nuestras cosas ordenadas para que nada nos duela.
Me abrazas... Me abrazas y siento tu pecho, mi casa.
Te pienso, te llamo y apareces para acariciarme, para besarme, para olvidar que estamos tendidos en una incertidumbre y que podemos caer.
Entonces te pienso muy fuerte, te pienso en un grito, te pienso dormida para no caerme y evitar que te caigas y que puedas venir y vencer todo este miedo cada vez que te piense.


                                  L.



miércoles



Hay una especie de inquietud que se adhiere a la costumbre
Para mí no.
Tal vez  porqué si llegas sediento , abro mi manantial para  que te sacies.
Y cuándo digas agua pienses  en mis besos.
Y cuando  pienses besos se te haga la boca agua.

                                    L.

martes



A veces busco el pedazo llamado : Indiferencia.
Y no lo encuentro.
-Quizás aún no esté entera del todo-Pienso.
Hasta que una palabra rasga, triza, atraviesa el hielo que me envuelve.
Y se me viene encima todo el amor de golpe.

L.

lunes



Aún me cuesta mucho mirar el mar y no ver tu barco.
Me cuesta mucho no ver su estela brillante, su cola de estrellas, la alfombra bordada con los hilos de tu universo.
Me cuesta respirar porqué un gran suspiro se cuela por la falla del corazón y se queda estancado en los párpados, cómo si a ese mar le faltara agua y necesitara de mis lágrimas para seguir latiendo.
Me cuesta que la luna no dibuje la silueta de sus velas surcando el horizonte y que no suene de fondo las teclas de tu timón
Me cuesta mucho aceptar este nuevo paisaje sin la proa desde la que nuestros besos fugaces iluminaban la noche.
Aún, echarte de menos me cuesta muy poco, no imaginarte Poseidon me cuesta demasiado y quererte, aún, no me cuesta nada.


                               L. 




                                L.